La enfermedad de cerca
En general, los sujetos que padecen este trastorno han vivido de cerca la enfermedad durante su infancia, ya sea en carne propia o en la de alguna persona muy cercana (abuelos, hermana o amigo muy querido). Es habitual encontrar a familiares directos que han sido hipocondríacos y han actuado como modelos de quejas o de sobrepreocupación por cualquier menudencia como un simple resfriado, o que han muerto de forma súbita. Estas experiencias les llevan a sentirse muy vulnerables, a tener conciencia de que, en cualquier momento, pueden morir o sufrir una enfermedad terminal, y empiezan a estar alerta ante cualquier señal en su cuerpo que les indique que esto está a punto de suceder.
Pensamientos negativos
Aquí empieza el problema: la sobrepreocupación por llegar a padecer una enfermedad mortal les lleva a desarrollar una atención constante ante cualquier cambio fisiológico significativo, en especial a los relacionados con su experiencia: si el abuelo murió de una crisis cardiaca, estarán muy atentos a los cambios que se producen en su propio corazón. Dado que están muy activados y muy atentos, es de esperar que los constantes cambios que se producen en el organismo, en su continua adaptación al entorno, no sólo sean percibidos, sino que sean amplificados gracias a la atención selectiva que les presta.
Emocionalmente activos
Ante el pensamiento de que ha contraído una enfermedad grave es inevitable que en la persona se genere una activación del sistema nervioso que producirá muchos y muy intensos cambios (aunque normales) en su fisiología: aumento de la tasa cardiaca, del tono muscular o dilatación pupilar. En los hipocondríacos, tan atentos a los pequeños cambios, estos cambios les llevan a confirmar -sin ningún género de dudas- que están enfermos.
Respuesta Motora o Conductual
Si la visita al médico suele ser la primera de las acciones que uno emprende cuando está convencido de que algo en su organismo no funciona bien (después de haber preocupado a familiares y amigos), su propia valoración de que está sano sólo tranquiliza a los hipocondríacos durante un momento, que concluye cuando vuelven a sentir unas sensaciones corporales que ‘no son normales’.
¿Cómo ayudar a un Hipocondríaco?
El punto de partida es la aceptación del trastorno y el tratamiento con una atención especializada. A continuación es necesario que visite a un médico de su confianza, que le remitirá a un especialista en salud mental (psicólogo o psiquiatra). En los casos en que se hace difícil apartarle del convencimiento de que padece una enfermedad orgánica que no saben diagnosticar y de que rechaza sufrir un trastorno psicológico, conviene que llegue a aceptar que su actitud ante la enfermedad no sólo no le ayuda a superarla, sino que va ‘contagiando’ de malestar el resto de su vida: su estado de ánimo, sus relaciones sociales, el desempeño laboral y su tiempo de ocio, y que algo diferente debe de hacer, para que algo diferente ocurra. Para conseguirlo, puede acudir a un especialista psicólogo ‘sólo’ para que ‘le ayude a sobrellevarlo’, sin entrar a cuestionarle sus convicciones hipocondríacas.
Cómo deben actuar la familia y los amigos del hipocondríaco
* Convencer al resto de familiares y amigos de que dejen de reforzar con su atención las continuas quejas y demandas de opinión.
* Explicarle que su preocupación es como una planta; cuando habla de su enfermedad es como si la hiciera crecer más y más, por lo que conviene establecer un pacto para eliminar este asunto de las conversaciones diarias.
* Animarle a que se implique en sus actividades habituales de ocio y en aquéllas que le ayuden a mejorar su control de la activación (sea meditación o tai-chí). Es necesario ayudarle a valorar con posterioridad si éstas hacen que se sienta mejor o peor en términos generales para facilitar su continuidad.